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Parece una regla de la vida que cuando nos enfrentamos a desafíos, todo parece suceder a la vez. En medio de una situación difícil, un centenar de mini-batallas aparecen de la nada. Solía sentirme realmente frustrada con este escenario, pero después de varias pruebas a mi fortaleza, ahora lo veo como algo bueno. Cuanto más difícil es el desafío, más me hace crece. Mi reacción ahora ante una situación difícil es: ¡Vente nena! ¡Vente que te espero!
Durante mucho tiempo, pensé que una buena estrategia para enfrentar los desafíos encima de un gran desafío era tomar un descanso para recargar y luego luchar contra lo que estaba pasando. Lo que realmente quiero decir es que me tenia la opción de esconderme durante horas, incluso días, y llorar a todo pulmón cada vez que sentía que algo era “demasiado”. Tal vez ese fue un momento privilegiado y no era consciente de ello, pero tenía la firme creencia de que siempre esa sería una opción.
Por ejemplo, hace unos años, tuve un aborto espontáneo después de intentar durante mucho tiempo quedar embarazada. Puedo decirte que el dolor físico de un aborto espontáneo es una cosa, pero la agonía emocional puede derribar a la persona más fuerte en un segundo. Mil pensamientos y emociones se apoderan de ti. Incluso cuando haces todo lo posible para mantener tu fe fuerte durante ese momento tan difícil, la montaña rusa de sentimientos que te trae el desbalance hormonal puede derribarte en segundos.
La noche antes de la perdida de mi bebe, recuerdo que me fui a la cama experimentando el miedo más fuerte que había sentido en mi vida. De alguna manera sabía que algo no estaba bien. Obviamente no dormí; en cambio, oré toda la noche, sosteniendo mi vientre y pidiéndole a Dios que por favor me dejara quedarme con ese bebé. A las 4 de la mañana ya no podía aguantar, y comencé a llorar en voz alta. Mi esposo se despertó y le dije que lo sentía un millón de veces. Sabía lo que estaba pasando, pero realmente no quería enfrentarme a esa realidad.
Fuimos a la sala de emergencias, y mientras estábamos esperando los resultados del análisis de sangre, mi esposo me dijo que necesitaba irse porque había recibido una llamada para limpiar un apartamento. Ahí estaba: otro desafío encima del desafío que ya tenia.
Todo esto sucedió la misma semana que estábamos abriendo el negocio, y por supuesto no podíamos rechazar ningún trabajo. Le dije que se fuera porque yo estaría bien. ¡Le mentí! No estaba bien. Estaba frente a una de las situaciones más tristes que había pasado en mi vida. Necesitaba la compañía y el apoyo, pero sabía que no era una opción.
Cuando la doctora vino a decirme las malas noticias que ya yo sabía. Le pregunté si era común, y ella me explicó las estadísticas: una de cada tres mujeres experimenta un aborto espontáneo. Dejé que ese número se grabara en mi mente. Llamé a mi mamá, y ella vino a recogerme y me llevó a mi apartamento. Y aquí hay otro desafío más: nos estábamos mudamos esa semana porque necesitábamos reducir nuestros gastos para iniciar el negocio.
Llegué a casa y seguí empacando nuestras vidas en cajas. La doctora me había dicho que necesitaba descansar el resto de la semana, pero eso no fue posible. Lloré a todo pulmón mientras empacaba, y cuando encontré las siete pruebas de embarazo que me había hecho cuatro semanas antes… Dios, eso se sintió como una puñalada directamente a mi corazón. Me sentía culpable. Me sentí como un fracaso. Sentí que no hice todo lo posible para mantener a mi bebé con vida. Mis emociones eran tan fuertes que pensé por un momento que mi corazón no sería capaz de sostenerlas. ¡Esto era demasiado! Quería esconderme y llorar hasta que me sintiera fuerte de nuevo. Pero no tuve esa opción.
Al día siguiente, recibimos una llamada para limpiar dos apartamentos, y necesita ir a ayudar a mi esposo. Era mucho trabajo para una sola persona, y no podíamos decir que no. El me preguntó muchas veces si estaba bien para hacer eso, y le dije mil veces que sí. Amarre mi cabello en una cola de caballo, me seque las lágrimas y me presenté. Fuimos a limpiar, terminamos ambos apartamentos, y luego volvimos a casa para terminar de empacar. Durante uno de los momentos más tristes de mi vida, no tuve el lujo de esconderme y llorar. Ni siquiera tuve tiempo de llorar por mi bebé.
Aprendí de esa experiencia que presentarte, incluso cuando crees que estás en la peor forma para hacerlo, en realidad te ayuda a seguir adelante. Cuando no tienes otra opción pero ser fuerte, verás que eres completamente capaz de traer todo lo que tienes en ti a la mesa, y te volverás más fuerte de lo que eras antes. La vida es una prueba. Con solo presentarte y enfrentarte a los desafíos encima de un gran desafío, obtienes un 90% de pasar esa prueba.
Todos los seres humanos somos diferentes; nuestras situaciones son únicas. Pero puedo asegurarles que nuestras pruebas de vida están diseñadas específicamente para nosotros, porque Dios sabe que nos ha enviado en este viaje completamente preparados para pasar las pruebas. Así que ¡Arriba ese animo! ¡Tienes todo lo que necesitas para superar todas las dificultades que se te presenten!
Con Amor,
Irene