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Acusar con el dedo es una enfermedad terrible que afecta a todos los seres humanos de vez en cuando (aunque algunos casos son extremos, y hay personas que nunca se recuperan de este terrible trastorno). Creo que la raíz de este problema es simplemente una mala combinación de ego y victimización. Es más fácil culpar a todos y a todo lo demás por las situaciones molestas o amargas que encontramos en la vida que aceptar nuestra responsabilidad.
Recibí una solicitud interesante hace unas semanas como un mensaje directo en mi cuenta de IG. Alguien que fue lo suficientemente valiente como para escribirme (pero no lo suficientemente valiente como para mostrar su verdadera identidad) me pidió que escribiera una publicación explicando cómo DESTRUÍ un matrimonio. Así que aquí estoy. Decidí explicarles a todos ustedes cómo rompí un matrimonio. Así que siéntense bien cómodos y preparen las cotufas porque voy a ser bien explícita aquí.
Hace cuatro años, me estaba ahogando emocionalmente. Llorar era una de mis tareas diarias, tan regular y frecuente como cepillarme los dientes. Estaba en medio de una batalla interna. Tuve que decidir si quería seguir perdonando comportamientos que me estaban causando una gran cantidad de dolor emocional o simplemente desviar ese dolor a un camino diferente. El divorcio es doloroso. Lo sé porque he estado allí. Pero permanecer en un lugar donde la felicidad se ha perdido por completo también es doloroso. Ya he expuesto varios escenarios diferentes aquí que fueron increíblemente dolorosos durante mi proceso de divorcio.
Varias veces jugué al juego de la culpa. Sí, lo hice, y no me avergüenzo de admitirlo porque esa es una reacción humana, y, bueno, yo soy humana. En medio de mi mayor crisis, culpé a mi ex esposo y sus comportamientos. Culpé a las mujeres con las que me engañó. Culpé a la situación financiera en la que nos encontrábamos en el momento en que nuestro matrimonio comenzó a desmoronarse. Culpé a su padre por ser infiel y heredarle esa característica a su hijo. Culpé a todos y a todo menos a mí durante ese tiempo. Estaba convencida de que era la esposa perfecta, y las personas perfectas no rompen matrimonios. Era más fácil culpar a todo y a todos los demás. Al hacerlo, alimentaba mi ego, y hacerme la víctima era una excelente manera de llamar la atención.
Bueno un día estaba manejando al trabajo escuchando un podcast de Tony Robbins, y él estaba entrevistando a una pareja en una situación particular que hizo que la esposa se sintiera desatendida y sin amor. No quiero dar todos los detalles de su situación aquí porque eso extendería demasiado mi publicación, pero la conclusión fue que culpó a su pareja (y a todos los demás involucrados en la situación) por el daño emocional que había estado arrastrando durante años. Tony le dijo algo como: “Necesitas dejar de culpar al mundo que te rodea por las cosas difíciles por las que pasas en la vida. Asume la responsabilidad de tus sentimientos porque esos son tuyos. Si te rompió el corazón y tu lo dejaste, ¿por qué lo culpas a el?” Tan pronto como escuché eso, tuve que desviarme y detener mi auto. Cuando la realidad golpea tan fuerte, es normal desmoronarse por un momento.
Lloré durante tal vez 10 minutos, y luego me sentí aliviada. El resto de mi trayectoria ese día fue un chequeo de fallas completamente honesto y crudo de mi parte. Le envié un mensaje de texto a mi ex esposo durante mi hora de almuerzo y le conté todo lo que yo consideraba que yo hice mal. Le dije de la misma manera que ambos construimos un matrimonio, ambos hicimos cosas que lo terminaron. Interpreté el papel de víctima en múltiples ocasiones; No entendí sus altibajos emocionales; mi ego me cegó muchas veces cuando necesitaba estar allí para él. Así que, sí, DESTRUÍ un matrimonio. Soy culpable de eso. Lamento decepcionarte si pensaste que hablaría de un matrimonio que no fuera el mío. La verdad es que mi matrimonio fue el único que soy culpable de destruir porque nadie tiene el poder de romper una relación externa. Ninguna de las mujeres con las que mi ex me engañó son culpables. Simplemente no tienen ese poder. Mi matrimonio se rompió por las dos personas que lo construyeron, punto. Y TODAS las relaciones románticas que terminan solo pueden ser destruidas por dos personas: la pareja.
Jugar el juego de la culpa y la víctima se siente bien por un momento, pero créeme cuando digo que hacernos responsables de TODO lo que pasamos en la vida nos libera. Ese tipo de libertad puede ser difícil de explicar con palabras, pero vale la pena lograrlo. Deja de dar tanto poder a otras personas e influencias externas. TÚ eres poderoso/a. Puedes decidir quién y qué te lastima y quién y qué te destruye. No regales tu poder. Cuando algo te lastime, trabaja en ti mismo para ver por qué esa situación en particular te está lastimando. La única forma en que te curarás de una amarga experiencia es convirtiéndote en tu mejor juez y amigo/a.
Entonces, a la persona valiente que me pidió que escribiera un post explicando cómo destruí un matrimonio, aquí tienes. Muchas gracias por su solicitud. Siempre es un placer tomarme el tiempo para evaluarme y reconocer todas mis fallas. Si de casualidad te referías a un matrimonio diferente, te sugiero que te pongas en contacto con las dos únicas personas responsables de poner fin a esa relación: la pareja. 😉
Hay juegos mejores y más divertidos que el juego de la culpa amigos míos. Hacerte responsable de TODO lo que te sucede es la mejor manera de seguir siendo poderoso. En el momento en que transfieres ese poder a otros, te conviertes en prisionero de sus acciones. Así que libérate y recupera tu poder.
Con amor,
Irene