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Apuesto a que sientes un poco (o tal vez una enorme) energía negativa con solo leer la palabra “ira”, ¿no es así? ¡Yo sí! Estoy casi segura que me siento así alrededor de esa emoción porque crecí viendo la ira completamente atada a la agresión. En realidad, hasta hace unas semanas, no era consciente de que la ira y la agresión son dos entidades separadas.
La ira es una de nuestras emociones primarias, y al igual que nuestras otras emociones, tiene un propósito. El diccionario Merriam-Webster define la ira de la siguiente manera: “Un fuerte sentimiento de disgusto y generalmente de antagonismo”. Por lo tanto, podemos decir con seguridad que la ira (cuando se usa correctamente) es un medio de protección. Cuando a tu mente no le gusta algo, puede reaccionar con ira como una forma de hacerte saber que algo anda mal.
Obviamente, a muchos de nosotros no nos gusta la sensación de ira porque es incómoda. Bueno, tiene que ser así para llamar toda nuestra atención. Estaba escuchando un audio-libro hace unos días, y la autora mencionó que la ira y la agresión son dos cosas diferentes, lo cual fue una revelación para mí. Tenía la impresión de que la ira se expresa a través de la agresión, y debido a que ese era el único concepto que conocía, solía tratar de reprimir mi ira. No me gusta la agresión de ningún tipo, así que temía volverme agresiva cada vez que me sentía enojada.
Para estar claros, por “agresión”, no solo me refiero a la violencia física contra nosotros mismos o contra los demás. En psicología, la agresión se define como una gama de comportamientos que pueden resultar en daños físicos y psicológicos para nosotros mismos, los demás o los objetos en el entorno. Necesitaba leer sobre los dos conceptos (ira y agresión) para entender que en realidad son dos entidades diferentes. Debido a que ese concepto me abrió los ojos, sentí la necesidad de compartirlo aquí con todos ustedes. Tal vez estás bajo la misma impresión que yo y, por lo tanto, has tratado de reprimir la ira toda tu vida.
El mejor ejemplo que tengo para explicar cómo terminé interconectando los dos conceptos es mi padre. Mi papá es perfeccionista. No le gusta cometer errores; bueno, permítanme corregir eso. Solía ser así. Yo he notado que mi papa ha aprendido a lo largo de los años que los errores son las lecciones de vida de los seres humanos. Aclarado ese punto, cuando estaba creciendo solía ver a mi padre enojarse debido a errores (suyos o de otros), y se volvía verbalmente agresivo. Eso era bastante normal para mí porque era una forma de vida diaria. Cuando algo andaba mal, mi padre (y eventualmente todos sus hijos) reaccionábamos con agresión verbal hacia todos y hacia todo. Entonces, en algún momento de mi vida, porque no me gustaba cómo se sentía, decidí que no quería dejar que la ira me dominara. Ahora puedo ver que no era la ira lo que quería reprimir; era la agresión.
Ahora siento que esa no fue la decisión más inteligente que he tomado en mi vida porque dejé que muchas cosas y muchas personas se aprovecharan de mi tendencia a reprimir la ira. En otras palabras, debido a que evitaba el sentimiento de ira, eliminé muchos límites. No me estoy quejando de mi comportamiento pasado, simplemente no sabía nada mejor, solo estoy compartiendo cómo no conocer el propósito de la ira puede limitarnos de muchas maneras.
Desde que descubrí la diferencia entre la ira y la agresión, he estado practicando dejar que la ira surja tal como es. Si no me gusta algo, o si siento que algo anda mal, dejo que la ira se siente conmigo y le pregunto: “¿De qué estás tratando de protegerme?” Todavía no tengo mucha experiencia con esta práctica porque recientemente descubrí que eran conceptos separados, pero hasta ahora, en mi corta experiencia, realmente me gusta. Siento que me he dado un derecho que he negado antes, y es liberador.
Me encanta pasar por este viaje llamado vida con esta mentalidad de principiante. Entre mas vueltas le doy al sol, más me doy cuenta de que no sé nada, y eso me encanta. Leo libros y escucho podcasts solo para confirmar cuánto me falta por conocer y aprender. Es gracioso ahora que lo pienso, pero recuerdo la primera vez que leí la cita de Sócrates, “Solo sé que no sé nada”, pensé: “Wow, ese tipo desperdició toda su vida y no aprendió nada”. Por supuesto, no entendí lo que quería decir; Tenía solo nueve años. Solo me tomó 30 años más entenderlo.
La ira no necesita de la agresión para guiarnos amigos míos. Puedes estar enojado sin la necesidad de hacerte daño a ti mismo o a los demás. Deja que la ira te muestre lo que te molesta y por qué, y coloca tus límites desde allí con amor y amabilidad. Estamos totalmente equipados con el mejor conjunto de emociones para vivir nuestras mejores vidas.
Con amor,
Irene