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Seamos honestos, a nadie le gusta cometer errores. Incluso la persona más descuidada del mundo probablemente se sentiría un poco mal por cometer ciertos errores de vez en cuando. Creo que la peor parte de cometer un error es admitirlo. Como humanos, simplemente no nos gusta fallar. Incluso cuando sabemos que los errores nos ayudan a aprender, la sensación de fracaso no es agradable.
Si te tomaras un momento para pensar en la frecuencia con la que cometes errores, ¿serías completamente honesto contigo mismo? ¿Admitirías cada error que has cometido en la última semana? ¡Sí, has leído bien! Dije «la semana pasada» porque, por muy duro que parezca, todos cometemos errores todo el tiempo. Pequeños o grandes, tontos o muy graves, los errores son parte de nuestros días.
Debido a que no me gusta cometer errores, particularmente en el trabajo, tiendo a verificar tres veces todo lo que hago. Ahora, ten en cuenta que un error de mi parte puede resultar en que alguien se quede sin su cheque de pago; por lo tanto, esa persona no podría pagar sus cuentas a tiempo. Por lo tanto, me tomo mi trabajo muy en serio y hago todo lo posible para comprobar tantas veces como sea posible para asegurarme que todo esta correcto. Honestamente, me importan más las consecuencias que mi ego. Me sentiría terrible si causara cualquier tipo de dificultad financiera a cualquier persona de mi equipo.
Sin embargo, a pesar que soy extremadamente cuidadosa, a menudo cometo errores. El peor de los casos ha ocurrido un par de veces en mis tres años y medio trabajando con las nóminas de pago en mi empresa. Por supuesto, cada situación tiene una solución, y lo más importante es corregir nuestros errores cuando sea posible, tan pronto como seamos conscientes de ellos. Pero es una sensación fea cuando nuestros errores afectan a los demás. La razón por la que estoy hablando de errores hoy es simplemente porque sigo viendo cuántas personas se niegan a admitir cuando cometen un error.
Yo solía ser esa persona, la que tenía muchos problemas para reconocer cuando cometía un error. Era devastador para mí sentir el dolor de admitir que hice algo mal, lo cual tiene sentido, ¿verdad? Si chequeo tres veces todo, ¿cómo es posible que un error se cuele? Yo era la persona que culpaba al aire, a la luna o al sol antes de admitir que hice algo mal.
Hace mucho tiempo, cuando estaba en la escuela de odontología, una de las clases más difíciles para mí era prótesis dental. Teníamos una clase que era todo acerca de la teoría y un laboratorio donde teníamos que practicar la teoría en una dentadura de plástico. Yo era buena en la teoría, pero la práctica era un dolor de cabeza para mi. El primer examen práctico que tomé fue un desastre para mí, y obtuve una C. Cuando vi que podía tomar la prueba de nuevo, me inscribí y me dije a mí misma: “No puedes obtener menos de una A”. Cuando salieron las calificaciones, vi una D enorme justo al lado de mi nombre. Casi me desmayé. Le dije a mi profesora que quería una revisión. Al final de la clase, se sentó conmigo y me mostró todo lo que había hecho mal (que era casi todo).
¡Odiaba cometer errores! También odiaba el hecho de que a pesar de que entendía la teoría, hice todo incorrecto en la práctica. Pero lo peor es que mi ego a los 20 años era otra cosa. Le dije a mi profesora que cometí todos esos errores porque estaba enferma de gripe y mi enfoque se vio afectado.
Ella me dijo que me esforzara más la próxima vez y me dejó a mí y a mi ego con una gran D en mis registros de estudiante. ¿Qué? Lo sé, Lo sé!! ¿Cómo se atrevió a tanto? Mejoré, aprobé mi clase y aprendí mucho por cometer todos esos errores. Sin embargo, a pesar que aprendí a través de mis errores, no aprendí a lidiar con la fea sensación de admitir mis errores, así que me convertí en un verificador triple.
¿Pero te gustaría saber cómo fue que finalmente aprendí a vivir y aceptar mis errores con más facilidad? Unos meses después que abrimos nuestra empresa, mi socio comercial y yo decidimos crear un conjunto de reglas que llamamos las Leyes de Prisco. Una de las reglas es: Si cometes un error, APROPIATE DE EL. Después de ver la cantidad de errores que cometimos y cuánto tiempo perdíamos culpando y buscando formas de evitar el dolor de admitirlos, decidimos adoptar un enfoque diferente y crear una cultura donde cometer un error es algo normal. Decidimos dejar de perder el tiempo tratando de colocar los errores en otro lugar, para que pudiéramos centrar nuestra atención en encontrar la solución. Le damos a todos nuestros empleados estas reglas en su primer día, y es maravilloso ver cómo un simple cambio puede tener un gran impacto.
Nuestros días en la oficina están llenos de, (dicho en el Venezolano mas criollo) “La cague muchachos”(me equivoque) seguido de, “Bien, vamos a arreglarlo.” Obviamente, no puedo decir que todos en mi equipo se sienten muy bien por cometer errores, y todavía no me gusta cometerlos yo misma, pero me encanta el hecho que ya no siento ese dolor feo cuando necesito admitir que he fallado.
Los errores son una forma de aprendizaje, mis amigos. La clave aquí es reconocerlos sin vergüenza. En el momento en que eliminamos el ego alrededor de nuestros propios errores, nos volvemos libres para aprender de ellos. Por lo tanto, sigue la regla: Si te equivocas, ¡APROPIATE DE TU ERROR! (Usamos una palabra diferente, pero esa no es apropiada aquí). 😉 😉
Con amor,
Irene