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Es fácil decir ‘déjalo ir’,’ y creo que todos somos muy buenos en dar este consejo a cualquiera que se está aferrando a algo tan apretado que pareciera que lo van a romper. Yo lo he hecho muchas veces, y me refiero a ambas cosas: he aconsejado a la gente que libere y suelte, y me he aferrado a algo con tal intensidad que he perdido totalmente el control.
Por supuesto,todos somos buenos aconsejando a otros que ‘lo dejen ir’ porque es más fácil ver desde el exterior cuando algo está a punto de romperse. Es similar a ver una película de terror; sabemos que el malo viene tras el bueno, así que empezamos a gritar: “¡Cuidado! ¡Cuidado!”, pero por supuesto que no pueden oírnos. Así que tenemos que dejarlos experimentar lo que se supone que deben pasar, incluso si eso significa estrellarse, romperse, desmoronarse o cualquier cosa.
Poco a poco he ido aprendiendo a incorporar la filosofia de dejar ir a muchos (si no todos) aspectos de mi vida. Sin embargo, ha sido una tarea difícil. Para aquellos como yo que tenemos una personalidad basada en control excesivo, dejar ir ni siquiera es una opción. Durante muchos años he estado luchando para tener el control de todo en mi vida, y eso ha sido realmente agotador. Así que estoy trabajando en dejar de lado el lado controlador de mi personalidad. No puedo decir que estoy 100% recuperada de mi necesidad de control, pero he aprendido a lidiar con ellos.
El año pasado hice un tratamiento de fertilidad. Hablé del proceso hace unos meses, y si recuerdas ese post, sabes que no funcionó. Disfruté de la experiencia como tal, sin embargo; fue una gran lección para mí. Aprendí (de una manera particularmente difícil) que no puedo controlarlo todo o mejor dicho nada. Recuerdo que mi familia me decía que mantuviera mi fe lo más fuerte posible y que Dios hiciera Su milagro. Quería tanto tener esa actitud genial de “dejarlo ir”, pero no fue posible para mí. Estaba aferrada tan fuerte al resultado que quería, que por un momento después de darme cuenta de que no había funcionado, pensé que fui yo quien lo ‘rompió’. Sentí que mi deseo era un cristal que quise proteger tanto que lo rompí con mi intensidad.
Es muy difícil dejar ir o soltar algo que realmente quieres. Si has leído sobre la Ley de Atracción, es posible que también notes que a veces suena contradictoria. La Ley de Atracción funciona cuando te relajas y lo sueltas, pero debes mantener tu deseo muy alto para asegurarte de obtener lo que quieres. ¿Cómo es eso siquiera posible? ¿Cómo podemos aferrarnos con fuerza de que algo suceda y dejarlo ir al mismo tiempo? No tenía claro en absoluto esta regla de la Ley de Atracción. Así que leí mucho más al respecto hasta que llegué a mi propia conclusión. Si lo piensas bien, si crees en Dios o si crees en la Ley de Atracción, el concepto es el mismo. Si realmente crees en Dios, rezas y le pides por todo lo que necesitas, y entonces lo dejas hacer Su trabajo. Si crees en la Ley de Atracción, envías tu señal al Universo, y luego esperas hasta que el Universo te responda.
¿Cómo funciona eso? Bueno, el nombre religioso de esto es simple: se llama Fe. La Fe es ese acto mágico de dejar ir. Cuando tienes Fe absoluta, dejas que Dios, o el Universo, haga la obra. Rezas o pides, y entonces confías de una manera tan fuerte que no hay necesidad de que te apretes fuerte. Ya va, ya va, Espera…¿Significa esto que en realidad no creía en Dios todos estos años? Para nada. Siempre he creído en Dios. He experimentado Su amor y sus respuestas millones de veces. Lo único que me faltaba era la parte de “relajación” en la confianza. Estaba practicando el concepto equivocado —microgestión— porque siempre estaba en constante expectativa en lugar de aspirando.
Hice una meditación guiada bellísima hace unas semanas, donde hablaban de la enorme diferencia entre la expectativa y la aspiración. Y así, todo se aclaro para mí. Aspirar es lo que nos mantiene motivados. Cuando aspiramos a algo, tenemos un deseo claro… sin ningún apego a un resultado particular. Por otro lado, cuando estamos en expectativa de obtener algo, atamos nuestro deseo a un resultado que creemos que tiene que suceder de una manera específica. Por lo tanto, si las cosas no suceden de la manera que queremos que sucedan (incluso si el resultado es bueno para nosotros al final),, nos sentimos decepcionados. Por lo tanto, la fe es básicamente confiar en que nuestras aspiraciones han sido escuchadas y dejar que el Gran Señor haga Su trabajo para entregarnos lo que es mejor para nosotros.
Comprender la diferencia principal entre aspirar y tener una expectativa hace una gran diferencia. He aprendido que la microgestión de mis aspiraciones me llevó a expectativas específicas, y eso no se puede considerar Fe sana. Ahora soy consciente que mi trabajo es enviar las oraciones y dejarlas a Dios. (O, hablando el idioma de la Ley de Atracción, enviar la señal y déjela ir.) Se siente tan bien hacer ese cambio que no voy a volver a la microgestión. Usaré el control sólo para mantener mi mente enfocada, mi cuerpo sano y mi Fe tan alta como el cielo.
Con amor,
Irene.