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Cada situación que pasamos en la vida es una oportunidad para aprender algo. Esa es la razón por la que siempre tengo algo sobre lo cual escribir. He aprendido a ver todo lo que sucede para (nota que digo ‘para’, y no ‘A’mi) como valiosas lecciones de vida. Cambiar esa pequeña palabra realmente hace una diferencia en la forma en que recibo lo que Dios envía en mi camino como lecciones y oportunidades. Me encanta compartir mis historias aquí con la esperanza de que tal vez algunos de ustedes puedan ver las lecciones detrás de las situaciones con su propia perspectiva y puedan ayudar de alguna manera.
El 4 de Enero del 2021, el primer lunes de este maravilloso año, me desperté muy feliz. Estaba emocionada de ir a mi nueva oficina y ver los muebles que venían en ese día. Fue un gran día. Tuvimos un montón de reuniones productivas, y todos estaban felices de ver la oficina agarrando forma, a pesar de que una pequeña remodelacion todavía estaba en marcha. Se suponía que debía irme a las 3 de la tarde, pero decidí quedarme un poco más para terminar algunas cosas.
Cuando finalmente me despedí de todos, me dirigí a las escaleras de atrás. Nosotros decidimos construir un closet justo al lado de las escaleras por lo cual estaban más oscuras de lo habitual. Y yo no sabía que había un interruptor para encender las luces, así que empecé a bajar, confiando en mi visión de gato. Como ya habrás adivinado, mi visión de gato no sirve para nada. Y en el tercer escalón, me caí. Pise parcialmente el escalón, así que mi pie izquierdo se dobló completamente hacia el lado derecho. Probablemente parecía algo tonto, pero dolió bastante. Pude sostenerme, así que no seguí rodando por la escalera, pero me quedé en la misma posición donde caí durante unos minutos.
Mientras estaba allí, pensé:”Esto duele tanto que realmente quiero llorar”. Pero me contesté a mí misma (sí, yo hablo conmigo misma así: “Vamos, Irene, el llanto no resolverá nada de esto. Levántate y muévete.” Como estaba más cerca de la parte de arriba, decidí volver a la oficina. Les conté a todos lo que pasó, e inmediatamente saltaron a tratar de ayudarme. Caminaba raro porque tenía mucho dolor en mi tobillo, pero les dije que estaba bien para manejar de vuelta a casa.
Para hacer esta parte de la historia corta, mi mamá me llevó al médico porque el dolor y la hinchazón estaban un poco fuera de control. Después que la doctora revisó todo, me dijo que tuve un esguince, me recetó un poco de medicina y me dijo que necesitaba descansar.
Si me has estado siguiendo por un tiempo, puedes saber que la palabra ‘descansar’ no está en mi vocabulario, yo siempre voy a 150 kilómetros por minuto. Pero tomé el consejo, y al día siguiente me quedé en casa. Te lo juro que lo hice muy bien con mi tiempo de descanso. Estaba trabajando, por supuesto, pero por primera vez en más de un año, no entrene ese día. Lo estaba haciendo muy bien hasta tarde en el día, cuando mi mente dio un giro hacia abajo. Empecé a sentirme muy triste y decepcionada por caerme de una manera tan tonta. Incluso entré en modo brutal. Me sentí horrible por haber (según yo) destruido todo lo que había trabajado tan duro para obtener el año anterior con mi fortaleza física. Estaba muy triste, pero lo peor fue que estaba siendo tan mala conmigo misma que no me permití dejar salir los sentimientos. Me aguante mis lágrimas porque, según yo en ese momento, llorar era por los débiles, y se suponía que yo era fuerte. Gracias a Dios que finalmente salí de ese modo y deje salír mis lágrimas. Lloré como un bebé, y me sentí bien.
Dejé que todos mis sentimientos salieran por completo y empecé a ser amable conmigo misma. Miré mi tobillo y me di cuenta que ya era capaz de moverlo un poquito, y eso fue una gran mejora comparado con la noche anterior. Entonces decidí tratar de encontrar lo bueno dentro de lo malo en mi situación. Hablé con Dios, y me ayudó a entender que me envió esta situación como una respuesta a mis propias súplicas internas para tener la oportunidad de frenar un momento. Dios sabía que no iba a bajar la velocidad por mi cuenta porque, bueno, soy así de terca. Así que me envió una manera de obligarme a hacerlo. Realmente necesitaba eso. Cuando digo ‘frenar por un momento’, quiero decir dar a mi mente y cuerpo un poco de tiempo de descanso para recuperarse de todo el trabajo que los obligo a hacer todos los días, sin parar.
El descanso es necesario en todos los aspectos de nuestras vidas. Tenemos que recuperarnos de ir siempre tan rápido. Es un ciclo: damos lo mejor de nosotros mismos, nos recuperamos, y luego podemos dar lo mejor de nosotros mismos de nuevo. Estaba equivocada en la manera de pensar que no debía parar en absoluto porque entonces podría perder todo lo que había logrado. Resulta que descansar no significa que necesito quedarme en la cama por una semana (Y no estoy juzgando aquí, si eso es lo que tu necesitas, ve por ello.) Descansar significa que necesito reducir un poco la velocidad para que mi mente y mi cuerpo se recuperen. De la misma manera que hago el tiempo para meditar y dar a mi mente tiempo para energizarse todos los días, necesito dejar que mi cuerpo se recupere también.
Este concepto se aplica a todo, como he dicho antes. Tenemos que abrir un tiempo para recuperarnos de todo por lo que pasamos. Tenemos que desconectarnos del incesante acelero a nuestro alrededor, aunque sólo sea por un momento, para que podamos alimentar nuestras almas con la energía que necesitan para seguir adelante. No hagas lo que yo hice. No esperes hasta que necesites una forma más extrema de hacerte ver que esto es realmente una necesidad. Si eres un triunfador, ¡siempre lo serás! Y en realidad, lograrás aún más si te permites recuperar de la manera correcta.
Con amor,
Irene